9/12/10

¿Cómo hacer lo bueno?


Deuteronomio.10:12-13

Acérquense, señoras y señores, y vean este magnífico frasco de píldoras. Sólo una por día y sabrán ustedes automática y exactamente la diferencia entre lo bueno y lo malo. Así es: Una píldora por día y nunca volverán a tomar una decisión desacertada. ¿Quién será el primero en pagar 100 pesos para llevarse un frasco de estas píldoras milagrosas?
¿Nos sería difícil desprendernos de 100 pesos para asegurarnos de que tomaríamos las decisiones correctas en cada opción que la vida nos depara? No lo creo. Cada vez que no sabes si algo es bueno o malo, te tomas una píldora y listo.
En fin, no existe una píldora milagrosa como esa. Pero hay algunas preguntas que te puedes hacer que te ayudarán a tomar las decisiones acertadas:
La prueba personal: ¿Hacer esto me acercará más a Jesús?
La prueba práctica: ¿Hacer esto dará buenos resultados?
La prueba social: ¿Hacer esto ayudará a otros a parecerse más a Jesús?
La prueba universal: ¿Cómo sería el mundo si todos hicieran esto?
La prueba bíblica: ¿Lo cataloga la Biblia claramente como algo malo?
La prueba de la mayordomía: ¿Es un desperdicio de los talentos que Dios me dio?
La prueba misionera: ¿Hacer esto ayudará a que otros vean a Cristo en mí?
La prueba del carácter: ¿Hacer esto va a fortalecer mi carácter?
La prueba de la publicidad: ¿Me gustaría que mis amigos supieran que hice esto?
La prueba del sentido común: ¿Tiene sentido hacer esto?
La prueba familiar: ¿Hará quedar mal a mi familia?
Dios te puso aquí en el planeta Tierra y te soltó para que vivieras la vida en su más alto nivel. Por eso es que prohibió ciertas cosas. Sabe que no todo es bueno para ti. Sabe que hay aspectos de tu vida en que fallas y te perjudicas, y no le gusta la idea de tener que juntar los pedacitos cuando destrozaste tu vida.
Por eso, cuando tengas que tomar decisiones deja que Dios te guíe ayudándote a escoger lo que es correcto. No es que él no quiera que te diviertas. Dios quiere que te diviertas muchísimo, pero no que tengas que lamentarte ni siquiera un poquito. ¡Los límites que establece para tu vida son para protegerte!

3/12/10

La cura de la desilusión


En cuanto a Dios, perfecto es su camino (Salmos. 18:30)

Cuando Dios no hace lo que queremos, no resulta fácil. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Pero la fe es la convicción de que Dios sabe más que nosotros acerca de esta vida y nos llevará a través de ella.
Recuerda, la desilusión se cura con expectativas renovadas.
Me gusta el relato del hombre que fue a la tienda de mascotas en busca de una cotorra que cantara. Parece que era soltero y que su casa era demasiado silenciosa. El tendero tenía precisamente el pájaro que él necesitaba, de modo que lo compró.
Al siguiente día, cuando el hombre regresó del trabajo, se encontró con una casa llena de música. Fue hasta la jaula para dar de comer al pájaro y notó, por primera vez, que la cotorra tenía solamente una pata.
Se sintió defraudado porque le vendieron un pájaro cojo, de modo que llamó por teléfono al tendero para quejarse.
« ¿Qué es lo que usted quiere», le preguntó este, «Un pájaro que cante o un pájaro que baile?»
Buena pregunta para los momentos de desilusión.
Él todavía remueve Piedras

1/12/10

El círculo de los ganadores


EL CÍRCULO DE LOS GANADORES

Aunque no sabemos mucho de la vida venidera, una cosa es cierta. El día que Cristo venga será un día de recompensa. Muchos que fueron desconocidos en la tierra serán bien conocidos en el cielo. Los que nunca oyeron los vítores de los hombres oirán los vítores de los ángeles.
Los que no recibieron las bendiciones de un padre oirán las bendiciones de su Padre celestial.
El pequeño será grande. El olvidado será recordado. Al incógnito se le coronará y al fiel se le honrará.
El círculo de los vencedores no está reservado para un puñado de la elite, sino para un cielo lleno de hijos de Dios que «recibirán la corona de la vida que Dios ha prometido a los que le aman» (Santiago.1:12)
Cuando Cristo Venga

Borrar con el codo


Borrar con el codo
(Romanos.2:21–22)
La trayectoria del líder lo va a llevar, siempre, a situaciones de dolor y angustia, situaciones que hubiera preferido evitar. Estas pueden incluir experiencias tan amargas como la oposición, el abandono o la traición; todas estas experiencias fueron parte de la vida de Aquel que fue delante de nosotros para indicarnos el camino a seguir. El líder maduro es aquella persona que ha llegado al punto en que entiende que esta realidad ha sido incluida en su llamado y la acepta como parte de lo que significa ejercer influencia sobre otros.
Existe una condición, sin embargo, que es más pesada y difícil de llevar para el líder y es la que el apóstol describe en el texto de hoy. Se trata de la angustia que acosa a la persona que habla y enseña verdades a otros y que no practica en su propia vida. Si bien Pablo estaba dirigiéndose a los judíos, esta realidad frecuentemente acompaña a los que tenemos responsabilidad de formar al pueblo de Dios. La descripción que realiza de la falsa confianza que acompaña al judío podría bien aplicarse a los que pastorean al pueblo de Dios (Ro.2:17–20)
Es precisamente este conocimiento más acabado de la Palabra lo que nos lleva a creer que estamos en otra dimensión de la vida espiritual. Confiamos que esa mayor percepción de la verdad de Dios, junto al rol que nos ha dado de ayudar a los que andan en ignorancia, es prácticamente lo mismo que vivir el modo de vida que predicamos a otros. No obstante, nuestras habilidades como comunicadores no pueden apagar el insistente testimonio de nuestro propio espíritu, que nos dice que no estamos situados donde el Señor quiere tenernos: en la práctica de la vida espiritual. El líder que aún conserva sensibilidad a la existencia de esta incongruencia en su propia vida personal, no podrá soportar por mucho tiempo la dicotomía en la que está viviendo.
¿Quiere decir esto que no podemos hablar ni enseñar de temas acerca de los cuales no tenemos experiencia? ¡De ningún modo! ¡No hace falta divorciarse para poder hablar con autoridad del divorcio! Pero sí debemos saber que nuestra autoridad tiene una relación directa con nuestro compromiso de vivir lo que enseñamos a otros. Usted logrará más respuesta por el respaldo que su vida le da al mensaje que predica, que por la elocuencia de sus palabras o lo elaborado de sus apuntes.