12/7/13

Cada uno en un riel

En cierta ocasión unos niños paseaban por el bosque cuando descubrieron una línea de ferrocarril abandonada. Uno de los niños saltó a uno de los rieles y trató de caminar por él. Después de unos cuantos pasos, perdió el equilibrio. Otro trató de hacer lo mismo, y también se cayó. Los demás se rieron. «Apuesto a que ustedes tampoco pueden», le dijo a los demás uno de los que había hecho el intento. Uno por uno los demás niños lo intentaron pero todos fallaron. Hasta el mejor deportista del grupo no pudo dar más de una docena de pasos antes de caer fuera del riel. Entonces dos niños comenzaron a hablarse al oído y uno de ellos lanzó el siguiente desafío: «Yo puedo caminar todo lo que quiera por el riel, y él también», les dijo, señalando a su compañerito. «No, tú no puedes», le dijeron los demás. « ¡Apuesto un dulce a cada uno que sí puedo!», les respondió. Los demás aceptaron. Entonces los niños subieron cada uno a un riel, extendieron un brazo, se tomaron fuertemente de las manos y empezaron a caminar por toda la vía. Como individuos no hubieran podido hacerlo, pero trabajando juntos no les fue difícil alcanzar la victoria. El poder de la colaboración es la multiplicación. A veces en la vida solos no podemos y entonces es cuando necesitamos la mano del otro. La vida no es para vivirla solos, es para vivirla en compañía y juntos poder avanzar el resto del camino. Muchos pierden de vista este principio y no saben vivir en armonía y equipo en sus familias, trabajos, universidades o en la misma Iglesia. Vamos!! No sigamos solos. Juntos, Tú y yo podremos caminar entre los rieles de la vida. Me fijé entonces en otro absurdo en esta vida: Vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos, y que nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! « ¿Para quién trabajo tanto, y me abstengo de las cosas buenas?», se preguntó. ¡También esto es absurdo, y una penosa tarea! Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante! Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse? Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente! Eclesiastes.4:7-12

11/7/13

Mientras van

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Mateo 28.19 La frase «por tanto» nos da una clara indicación de que esta comisión está íntimamente relacionada a la declaración que Cristo acaba de hacer: «toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mt 28.18). Es de vital importancia, para el éxito de esta empresa, que los discípulos caminen y se muevan en esa autoridad. En la reflexión de hoy quisiera hacer notar que el verbo «id» no está en imperativo en el idioma original; es decir, no es un mandamiento, aunque la mayoría de los cristianos cree que el mandamiento en la Gran Comisión se refiere a salir del lugar de donde uno está para ir a hacer discípulos. De hecho, muchas de las organizaciones misioneras usan este versículo para motivar a algunos dentro de la iglesia a involucrarse con el trabajo transcultural. Y es esta interpretación la que ha llevado a la iglesia a pensar en la formación de discípulos como el resultado de un ministerio programado. Si lo vemos como un ministerio especial, el resultado lógico será creer que solamente algunos poseen este llamado. Los que no hemos respondido nos sentimos seguros en la convicción de que «este» no es nuestro llamado. Al no usar el modo imperativo en el griego, el verbo podría traducirse más precisamente como: «mientras van». Es decir, el «ir» no es el resultado de una acción planificada ni deliberada de nuestra parte. Más bien es el resultado del camino que nos va marcando la vida. Con los desafíos y las oportunidades de la vida, cada uno se instalará en diferentes ambientes desde donde llevará adelante su actividad cotidiana. Y aunque dediquemos mucho tiempo a su planificación, rara vez está en nuestras manos. Más bien nos adaptamos a las circunstancias que se nos presentan. Es, entonces, dentro del marco de nuestras actividades cotidianas, que debemos obedecer el llamado a hacer discípulos. Esta exhortación coincide con el estilo de Cristo, para quien el hacer discípulos era consecuencia de su andar diario. Lo vemos paseando entre las multitudes, respondiendo a las situaciones que el Espíritu le presentaba. No planificaba actividades especiales para formar discípulos sino que, dondequiera que iba, aprovechaba las oportunidades para introducir a otros al reino de los cielos. Desde esta perspectiva, entonces, para obedecer la Gran Comisión no se requiere de programas especiales por parte de la iglesia, sino del compromiso de todos sus miembros a hacer discípulos a través de la vida que desarrollan de lunes a sábado. El carnicero presenta a Cristo a aquellos que son sus clientes. El empresario comparte las buenas nuevas con sus compañeros de la empresa. El taxista está atento a las oportunidades para compartir las buenas nuevas con sus pasajeros. Cada uno ejerce este ministerio en el lugar donde Dios lo ha puesto, y en su andar diario va formando discípulos de Cristo. Para pensar: Para aquellos que estamos en el ministerio de capacitar a los santos para la obra, es fundamental que comuniquemos este concepto. Solamente de esta manera lograremos cumplir con los cometidos de la Gran Comisión. Hacer discípulos es responsabilidad de toda la iglesia.